jueves, 7 de mayo de 2009

Una entrada finalera


A M. M. M. M.


Bien visto, leído en reversa directa, de atrás para adelante o de aquí para abajo, en sentido contrario a la cronología, resulta un relato más interesante e intenso de lo que pareciera éste, que aquí concluye, para quien viene leyendo de principio a fin en ese otro orden. El regreso no es para nada lo mismo, resulta, además de enternecedor en las redundancias, ejemplar en el ejercicio de la escritura de reportaje en medio de todo lo que ha vivido la gran ciudad de México durante los últimos quince días.

Es lo que es, neurosis de un viejito cascarrabias con la complicidad de dos amigas feministas radicales. Un juego de Cumpleaños a la Fuentes pero sin Fuentes y con mucha ruptura. Arranca con una mención/dirección de Salvador Elizondo, aquí lo recuerda de nuevo. Escritura conjetural libre, en directo, de reportaje, para decir lo que ocurrió aquí, en un sitio, con tres organismos vivientes escribiendo en una computadora y bien conectadas a internet.

Quizá, ya así la tónica, al llegar al otro principio, el camino de regreso hasta aquí resulte un nuevo piso de un pastel que se puede conservar infinito. Tiene una clara mención de Jorge Luis Borges en la diégesis misma. Es un reportaje en Aleph. Donde la clave de interpretación del fenómeno de la Megademia por infección de virus AH1N1 es la subjetividad misma que reporta, sujeto potencial de contagio, infección y retransmisión de dicha infección, que por momentos parecía que podía llegar a ser mortal, sin cura... como el SIDA... ¿si entonces se hubiera actuado así de rápido, con esta apertura informativa que se vivió en México?

Otro gallo nos cantaría.

Que se recuerde esta lección.

Hay material, entonces, para el análisis de la psique personal y colectiva. Una vivencia escrita en blog personal sobre lo que ocurría. Su modelo: los Diarios de José Juan Tablada durante la Decena Trágica de la ciudad de México, en 1913. Y un espíritu: Samuel Pepys, con el debido je je de rigor.

Escritura. Más escritura. En el río de la escritura.

"Zenón, cruel Zenón..."

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