lunes, 4 de mayo de 2009

En esto de esperar a ver si se pone feo el esmog


Dan ganas de describir una cena de veinte personas como las de Marcel Proust, donde se narra hasta la vida secreta de la servidumbre y el tinglado de las calles en el exterior. Se logran hasta diez mil páginas con eso, llenas de enseñanzas sobre el ser de los humanos. Que la maldad, que la bondad, que quién engaña a su marido, que quién le pone los cuernos a su señora y si la marquesa de esto que ni es marquesa de verdad le dio el dese al sargento de algo. Da envidia tanta literatura. Nadie falla al hablar. Los borrachos suenan bien borrachos pero platique que platique con Cocteau. Pero las ñáñaras de la asfixia que agobia al loquito de M lo hacen dejar tal narración ya en este renglón. Medio dando a entender que ya dijo todo lo de más de esas treinta mil cuartillas con la firma de Proust completa en la esquina superior izquierda, con manchitas de su divina tos en el papel, todavía. Lo vio un fan, dicen.

Hacer tiempo es cosa ruda en un reportaje. Pero es el respeto al tiempo real. Que impone su ley.

Cambian unas variables. Pero no se da el viraje decisivo. Ni se siente que hace menos calor que el que hizo más de tres noches seguidas. Tal vez sea por la paranoia construida.

Y pensar en la duquesa y su abanico no se nos da esta vez en la prosa.

Mas el miedo a la muerte nos impide apagar la computadora muy como si nada. Como si no se supiera que de que puede venir, viene. Y viene hasta sin eso.

Escritura.

Lo que le quita las ñáñaras al más loco, mientras pueda escribir, aunque sean unas mamaditas divinas como esos como dibujos muy bonitos del tipo Martín Ramírez. Escritura como el Guernica de Picasso. Y la chicuelina, un pase todavía muy empleado en la fiesta brava.

No llueve. Ni se aplaca la calor. ¡Quién tuviera nada más el susto de Calderon el lento y su gabinete entero! ¡Nada junto a la suma de ñáñaras nada más de M!

Pero vamos por un cafecito más y de nochechita una barrita de salvado. A ver si viene el sueño, como el de la otra noche, cuando la orgía bien acá con Orson Welles, donde empujamos en un mal descuido a Klossowski y fue a caer en los siete brazos de Juan José Gurrola, con un ruideral de risas. ¡Quién pudiera dormir y volver a soñar así! Aunque Freud dice que si se repite el sueño, lo que pasa es que ya estás medio loco por algo del inconsciente.


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